Hace unos días, por las redes sociales circulaba la noticia de un joven que se burló de su profesor en plena clase, le dijo: “Profe, no le escucho bien, dele a Ctrl+F4 para activar el micrófono”. Esa combinación de teclas cierra las ventanas de la computadora, no corrige el audio. Aunque los hijos del profesor denunciaron el incidente, imagine la decepción del profesor Humberto de la Cruz, de la universidad colombiana Pascual Bravo, que por la pandemia ha rediseñado sus clases y está aprendiendo el uso de la tecnología digital para llegar a sus alumnos.
En el video que circula en las redes se escuchan las risas de los jóvenes. Esto me hace pensar en los altos índices de bullying que se registran en nuestros países; también, que por más profesional que el profesor sea, muchas veces la situación puede ser inmanejable; y en la línea que divide la diversión con la falta de modales y, sobre todo, de respeto a los demás.
De acuerdo con la información de la plataforma virtual SiseVe del Ministerio de Educación, desde el 15 de setiembre del 2013 hasta el 31 de enero del 2020 se han reportado 39,315 casos de violencia escolar. Las cifras son alarmantes teniendo en cuenta que hay estudiantes que no denuncian.
Cuántas veces hemos escuchado a familiares de un niño o adolescente con un comportamiento necio decir: “Ya sabes cómo son los niños/jóvenes”, “Pero no tenía la intención”, “No, eso no es verdad, algo le debieron hacer para que reaccionara así… yo lo conozco”, o simplemente miran a otro lado.
Quizá hemos confundido la labor de los colegios y los profesores. En ellos recae la responsabilidad de enseñar conceptos, pero la ética, el respeto, la disciplina, la resiliencia, el amor propio, entre otros valores, se aprenden en casa.
Tener a estos niños/jóvenes en casa durante la cuarentena hace que sea imposible ver a otro lado. Ahora son los padres los que deben hacer frente, en carne propia, al comportamiento de sus hijos, además de la carga laboral, el estrés y las labores de la casa.
Necesitamos una re-evolución educativa. Los seres humanos aprendemos por imitación, sobre todo los niños y jóvenes.
¿Y si parte de la solución está en enfocarnos en la salud mental de los padres, en cómo establecer vínculos desde el bienestar, la importancia de decir que no, la empatía, la conciencia por el otro, la equidad como principio del trabajo en equipo? Quizá así los niños y jóvenes, por observación, aprendan a resolver sus problemas con recursividad y respeto.
Si nos enfocamos en tener familias emocionalmente más sanas, los espacios o medios de aprendizaje del colegio serán un complemento y no lo esencial en la educación. Colaborar en la empresa ‘Familia’, sin duda, es el proyecto más importante de una revolución educativa.
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Fuente: https://elperuano.pe/noticia-%C2%BFrevolucion-o-reevolucion-educativa-96612.aspx